Ecología

Su inversión secreta en la industria petrolera

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Su inversión secreta en la industria petrolera

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Matthew Metz industria petrolera coches electricosArtículo firmado por Matthew Metz

Matthew Metz es un emprendedor social y líder en el diálogo sobre cambio climático y el papel de los consumidores. Actualmente se encuentra basado en Seattle, estado de Washington (Estados Unidos), y es Director Ejecutivo de Coltura, una ONG especializada en educación de los consumidores.

Millones de ciudadanos concienciados alrededor del mundo están disgustados con la industria petrolera y sienten repulsa por la destrucción medioambiental, la avaricia, la corrupción, la violencia y la represión política que la industria petrolera engendra. Millones de personas concienciadas rechazan adquirir acciones bursátiles de la industria petrolera pues no desean invertir en una industria destructiva. Muchos de estos ciudadanos, además, apoyan el creciente movimiento para presionar a los gobiernos, fundaciones y otros grandes inversores para desinvertir en holdings de compañías petrolíferas.

Sin embargo la mayoría de estos ciudadanos concienciados, junto al 99% de los propietarios de automóviles, tienen una inversión sustancial a largo plazo en la industria petrolera aparcada en sus garajes. Cada automóvil diésel o gasolina representa una consistente fuente de efectivo para la industria petrolera. Abastecer de combustible cada automóvil requiere unos 700 litros anuales (asumiendo la media nacional de unos 7 litros por cada 100 kilómetros recorridos y alrededor de 10.000 kilómetros anuales). Estos 700 litros por coche y año se traducen en un flujo en efectivo de unos 10.000 millones de euros anuales para la industria petrolera y unas emisiones de cerca de 50 millones de toneladas de CO2 anuales ya que el parque móvil en España alcanza los 25 millones de automóviles. En Estados Unidos estas cifras alcanzan un flujo de efectivo de unos 300.000 millones de dólares anuales y emisiones de 1.400 millones de toneladas de CO2 anuales (unas treinta veces los promedios españoles).

Las proyecciones de flujo de efectivo a largo plazo gracias al consumo de los automóviles de gasolina apuntalan las exploraciones y perforaciones de la industria petrolera. Sin este flujo de efectivo estable a largo plazo, los proyectos de exploracion y perforacion (enormemente intensivos en capital) se tornarían insostenibles financieramente y terminarían por detenerse. Las reservas de petróleo, especialmente en áreas vírgenes de dificil acceso, perderían su valor y se dejarían sin explotar.

Hasta hace poco, estos ciudadanos concienciados podían declarar, con justicia, “¿qué alternativa tenemos? Necesitamos desplazarnos como todo el mundo”, pero esta excusa está perdiendo fuerza. Los vehículos eléctricos e híbridos enchufables ofrecen hoy una excelente alternativa a los vehículos propulsados con gasolina. Muchos vehículos completamente eléctricos, incluyendo el nuevo Nissan Leaf o Tesla, ofrecen una autonomía de mas de 150 kilómetros por recarga. El Chevrolet Bolt (que se distribuirá en España a través de Opel) desembarca en el mercado a finales de 2016 y ofrecerá 320 km de autonomía por recarga y el mismo espacio que un Toyota Corolla. Para aquellos conductores y conductoras que necesitan una autonomía superior a la de un vehículo completamente eléctrico, el híbrido enchufable BMW i3 ofrecerá una autonomía de mas de 100 kilómetros por recarga (suficiente para más del 95% de los viajes en coche) y un motor a gasolina para viajes de largo recorrido.

El coste de uso de un vehículo eléctrico además es menor que el de uno de gasolina o diésel. Incluso con los bajos precios de la gasolina de hoy en dia, un vehículo eléctrico cuesta alrededor de 0,03 euros por kilómetro, frente al 0,10 euros por kilómetro de un automóvil de gasolina.

Además, los beneficios medioambientales de los coche eléctricos son enormes. La mayoría de los coches eléctricos son tres veces más eficientes que un coche de gasolina por unidad energética. En las regiones donde la electricidad es o puede ser generada con fuentes libres de CO2 como Francia, España o el Estado de Washington en Estados Unidos, el uso de coches eléctricos resulta en menos de un 10% de emisiones de CO2 que las causadas por un vehículo propulsado con diésel o gasolina. Un pequeño sistema de placas solares para techo de 3 kW (que cuesta menos de 6.000 euros) puede proporcionar suficiente energía para propulsar un coche eléctrico durante mas de 30 años.

Desafortunadamente, los consumidores han sido lentos a la hora de comprar coches eléctricos. Menos del 0,6% de los 17,5 millones de coches nuevos vendidos en Estados Unidos en 2015 fueron eléctricos, mientras que en España menos del 0,3% de los 1,05 millones de vehículos vendidos el año pasado.

Hay unas cuantas razones que explican la lenta adopción de los coches eléctricos en el mercado. Los consumidores aún no los comprenden bien, los productores no los anuncian y distribuyen adecuadamente, y los vendedores no se esfuerzan lo suficiente. En muchas áreas, la infraestructura de recarga eléctrica no es adecuada, en particular los dueños de pisos y apartamentos en edificios de varias alturas no pueden conectarlos a la red fácilmente.

No obstante, quizá la limitación más importante en el crecimiento de las ventas de coches eléctricos sea la complacencia de los consumidores con el estatus quo, el sentimiento de que es aceptable consumir gasolina porque “todo el mundo lo hace”. Estos consumidores no desean pagar un poco más al principio por un coche eléctrico, o no les gusta el estilo o espacio de los coches eléctricos en el mercado, y no sienten que una notable disminución en las emisiones de CO2 merezca un pequeño cambio en su estilo de vida.

El lento crecimiento de las ventas de coches eléctricos es uno de los mayores impedimentos para el esfuerzo por cumplir los objetivos de la cumbre del clima de París de limitar el calentamiento global a dos grados centígrados. Las emisiones de CO2 por coches propulsados por diésel o gasolina suponen un 30% del total en los países industrializados como España o Estados Unidos. Los consumidores que compran coches de gasolina envían el mensaje a los productores de automóviles que los coches eléctricos no son atractivos y por tanto causan que la industria automovilística reduzca el esfuerzo inversor en diseño, publicidad y venta de coches eléctricos. También envían un mensaje a los gobiernos que la infraestructura de recarga puede ser retrasada aún más tiempo, y finalmente, envían el mensaje a las compañías petroleras que su negocio permanecerá rentable por muchos años. Al comprar un coche propulsado por diésel o gasolina, el consumidor perpetua un status quo insostenible e insano.

En Laudato Si, El Papa Francisco escribió:

Un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social. Es lo que ocurre cuando los movimientos de consumidores logran que dejen de adquirirse ciertos productos y así se vuelven efectivos para modificar el comportamiento de las empresas, forzandolas a considerar el impacto ambiental y los patrones de producción. Es un hecho que, cuando los hábitos de la sociedad afectan el rédito de las empresas, estas se ven presionadas a producir de otra manera. Ello nos recuerda la responsabilidad social de los consumidores. « Comprar es siempre un acto moral, y no sólo económico ».Por eso, hoy « el tema del deterioro ambiental cuestiona los comportamientos de cada uno de nosotros » (Laudato Si, Párrafo 206).

El Papa Francisco está en lo cierto. Necesitamos utilizar nuestro poder como compradores para expresar nuestros valores y nuestra moral. Para la gente con conciencia, esto significa, entre otras muchas cosas, desinvertir en la industria petrolera adquiriendo coches eléctricos. Si nosotros somo conscientes y responsables en el uso de nuestro dinero, las empresas tendrán que seguirnos en un futuro bajo en emisiones de CO2.

Para @Ediplomatica por Matthew Metz

Are You Invested in the Oil Industry?

Matthew Metz industria petrolera coches electricosArticle originally written by Matthew Metz

Matthew Metz is a social entrepreneur and a leader in the conversation on climate change and consumer behavior. He is currently based in Seattle, Washington (US), and is the Executive Director of Coltura, a NGO which focuses on consumer education.

Conscientious citizens the world over are disgusted by the oil industry, hating the environmental destruction, greed, corruption, violence, and political repression it spawns. They refuse to purchase shares of oil companies because they do not want to invest in a destructive industry. Many support the growing movement which lobbies governments, foundations, and other large shareholders to divest their oil company holdings.

Yet, most such citizens, along with 99% of car owners, have a substantial, long-term investment in the oil industry parked in their driveway. Each gasoline or diesel-powered car represents a consistent source of cash flow for the industry. Fueling that car (assuming the U.S. national averages of 25 miles per gallon and 15,000 miles driven per year) requires about 600 gallons a year or 9000 gallons over the average 15 year life of the car. Those 9000 gallons translate into about $18,000 in cash flow to the oil industry and about 225,000 pounds of CO2 released into the air.

The projected cash flows from gas-powered cars underpin oil companies’ exploration and drilling. Without the steady, long-term cash flows provided by consumption of gasoline, the enormously capital-intensive oil exploration and drilling projects would become financially untenable and grind to a halt. The petroleum reserves of oil companies, especially in unspoiled and difficult to access areas, would become worthless, and would go untapped.

Until recently, conscientious citizens could fairly claim, “What alternative do we have? We need to get around just like everyone else.” That excuse is losing force. Electric and plug-in hybrid vehicles now offer excellent alternatives to gas vehicles. Many fully-electric cars, including the new Nissan Leaf and Tesla, offer more than 100 miles of range. The Chevy Bolt, which will come onto the market in late 2016, will offer 200 miles of all-electric range and the space of a Toyota Corolla, at a cost of about $35,000. For those needing more range than a fully-electric car can offer, the plug-in BMW i3 with range extender provides 80 miles of electric range (sufficient for 95%+ of most vehicle trips), backed up by a small gasoline-powered engine for longer trips. The operating cost of electric cars is less. Even at today’s low gas prices, an electric car in the U.S. costs about $0.03 per mile in energy cost, compared to about $.10 per mile for a gas car. In Spain, the cost is about € 0.03 per km, compared to about € 0.10 per km for gas cars.

The environmental benefits of electric cars are enormous. Most electric cars are three times as efficient as gas-powered cars per unit of energy. Where electricity is predominantly generated from carbon-free sources, such as in France, Spain or Washington State, the electric car results in less than 10% of the carbon emissions caused by a petroleum-powered vehicle. A small 3kW rooftop solar system (costing less than $10,000) provides sufficient energy to power an electric car for 30+ years.

Unfortunately, consumers have been slow to purchase electric cars. Less than 0.6% of the 17.5 million new cars sold in the U.S. in 2015 were electric, as were less than 0.3% of the 1.05 million new cars sold in Spain.

There are a number of reasons for electric cars’ slow adoption in the marketplace. Consumers do not understand them well, manufacturers don’t advertise and distribute them effectively, and dealers don’t try hard to sell them. In many areas, the electric charging infrastructure is not adequate, in particular for apartment dwellers who don’t have a good place to plug in their cars.

Perhaps more important in limiting the growth of electric cars, however, is a deep complacency among consumers with the status quo—a feeling that it is acceptable to burn gasoline because “everyone else is doing it.” Such consumers don’t want to pay a little more up front for an electric car, or don’t like the style or space of the electric cars on the market, and don’t feel that the decreased pollution they cause merits any small lifestyle inconvenience.

The slow growth in electric car sales is a major hindrance to the effort to meet the Paris climate goals of limiting global warming to 2 degrees. Vehicle emissions constitute about 30% of total CO2 emissions in the U.S. and many other industrialized countries. Consumers who buy new gasoline cars send a message to car manufacturers that electric cars aren’t wanted, thereby causing manufacturers to spend less money and effort designing, advertising, and selling electric cars. They send a message to governments that building a charging infrastructure can be further delayed, and to oil companies that it will be business as usual for a long time to come. They perpetuate an unhealthy and unsustainable status quo.

In Laudato Si, Pope Francis wrote:

A change in lifestyle could bring healthy pressure to bear on those who wield political, economic and social power. This is what consumer movements accomplish by boycotting certain products. They prove successful in changing the way businesses operate, forcing them to consider their environmental footprint and their patterns of production. When social pressure affects their earnings, businesses clearly have to find ways to produce differently. This shows us the great need for a sense of social responsibility on the part of consumers. ‘Purchasing is always a moral – and not simply economic – act.’ Today, in a word, ‘the issue of environmental degradation challenges us to examine our lifestyle.” (Laudato Si, Para. 206)

Pope Francis is right. We need to use our buying power to express our values and our morals. For conscientious people, that means disinvesting in the oil industry and buying electric cars instead. If we are conscientious with our money, business will follow us to a lower-carbon future.

For @Ediplomatica by Matthew Metz

3 comentarios en «Su inversión secreta en la industria petrolera»

  1. Si la fuentes de energías eléctricas fuesen las alternativas (eóllica,solar,ttérmica,marina,geolica etc) sería ideal. El problema es cuando las fuentes de hidrocarburos son la principal fuente para alimentar las plantas electricas, o al menos habría que hacer un estudio del impacto medio ambiental de estas plantas funcionando con combustibles fósiles.
    Pongo por ejp las Islas Canarias donde ien su totalidad utillizan el petróleo para el funcionamiento de sus plantas generadoras.
    (Excepto la isla del Hierro) que tiene una planta híbrida entre energía hidroeolica y combustible fósiles.

  2. Por lo general, los coches electricos son mucho mas efficientes por unidad de energia que los coches que usan gasolina, y el carbono emitido entonces por ellos es normalmente menos, aun si las plantas electricas alimentando los coches usan hidrocarbonos.

    Tambien, la electricidad alternativa esta creciendo rapido mientras que la electricidad de carbono esta bajando, resulta que un coche que ahora emita tanto carbon como un coche de gasolina por razon del modo de generacion de tal electricidad, podria ser mucho mas limpio en 5 anos que un coche convencional.

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