Árabes israelíes y ultraortodoxos, el talón de Aquiles que podría precipitar la bancarrota de Israel
El gobierno israelí sigue con sus planes de caminar poco a poco hacia una transición del mundo haredi para que los ultraortodoxos judíos se integren en general en todas las facetas de la sociedad israelí y en particular en el mundo laboral y en el ejército. Los miembros de la comunidad ultraortodoxa, salvo excepciones, no trabajan y no prestan el servicio militar, que en Israel es obligatorio para hombres y mujeres. En su lugar, asisten a las yeshivas, escuelas talmúdicas financiadas por el gobierno y organizaciones privadas, donde estudian la Torah como parte de su particular forma de contribuir al bienestar del estado.
Israel tiene la tasa más alta de nacimientos de los países de la OCDE con una media de 3 en las familias seculares. Las ayudas, que los ultraortodoxos tradicionalmente han recibido del gobierno en función del número de hijos, son las mismas que para cualquier familia israelí, pero como las familias haredíes -al igual que las de los árabe israelíes- doblan y triplican en número de hijos a las familias seculares judías israelíes, esas ayudas han llegado a convertirse para muchos de ellos en su auténtico modo de vida. Y más, con el antiguo sistema de subsidios de Israel que aumentaba considerablemente la cantidad recibida por cada hijo de manera proporcional al número de hijos. La cuantía de la ayuda, muy variable en función de la participación o no en el gobierno israelí de los partidos religiosos, alcanzó su máximo histórico en el 2.001 donde el Estado llegó a pagar 171 NIS (casi 41€) por el primer hijo y 855 NIS (203€) a partir del quinto hijo. Una política revocada dos años después por el gobierno del Primer Ministro, Ariel Sharon, uno de los pocos gabinetes israelíes de las últimas décadas que llegó al poder sin ser rehén de los partidos ultraortodoxos y en el que Benjamin Netanyahu era Ministro de Finanzas.
El gobierno del Primer Ministro Netanyahu, ha tratado en repetidas ocasiones de corregir esa anómala situación de familias numerosas pobres subsistiendo gracias al sistema de subsidios estatales por hijo pero, hasta ahora, siempre se ha topado con la oposición de los partidos ultraortodoxos, sus socios en la coalición de gobierno, que bajo amenaza de dejarle sin mayoría suficiente para seguir llevando las riendas del país, han conseguido de nuevo obligarle a dar marcha atrás en sus planes de recorte de ayudas para favorecer la integración social de los ultraortodoxos.
En palabras de Yair Lapid, Ministro de Finanzas de Israel, los cambios promovidos por el actual gobierno traerán una “histórica transición a una cultura de trabajo” -en lugar de una cultura de tener hijos- ya que, según Lapid “lo único que permite a las familias salir de la pobreza es el trabajo. Cuando alguien trae a un niño a este mundo es responsable de él.
El estado no debe mantenerlo, ni siquiera otros padres”.
2.013 el año del cambio.
Para comparar de un modo más gráfico la situación de las familias en Israel pondremos como ejemplo una familia numerosa con 6 hijos -generalmente el caso de los ultraortodoxos y árabes israelíes beduinos- y una familia de 3 hijos -que representaría a la familia numerosa israelí no ultraortodoxa-.
La distribución de ayudas implantada a partir de la modificación de la ley en el verano de 2.013 estipulaba una ayuda fija por hijo de 140 Nis (unos 33 euros). Es decir, la familia israelí con tres hijos cobraba antes de que se modificará la ley unos 185€ y con el sistema que entró en vigor en 2.013 cerca de 100 euros. Una cifra que para su bolsillo supuso una reducción media de algo más de un 40%.
Un porcentaje sensiblemente mayor en el caso de las familias ultraortodoxas y árabe israelíes para las que tener 5, 6 ó más hijos es lo normal. Para que el cambio no fuese tan drástico, el gobierno israelí optó en el 2.013 por un sistema de transición en el que diferenciaba entre los hijos nacidos hasta el 30 de mayo de 2.003, que seguirían disfrutando de un sistema que aumentaba la ayuda proporcionalmente en función del número de hijos, aunque en menor medida que el anterior, y los nacidos a partir del 1 de junio de ese mismo año, que estarían sujetos a la nueva “tarifa plana” de 140 nis por hijo independientemente del número de hijos.
Así, en el mejor de los casos, la cantidad recibida por la familia sería de 33€ por cada uno de los tres primeros hijos, 80€ por el cuarto y 85€ por el quinto y siguientes. O lo que es lo mismo, 350€/mes para una familia tipo ultraortodoxa de 6 hijos nacidos antes de junio de 2.003; unos 200€ para la misma familia con hijos nacidos a partir de junio de 2.003 y unos 100€ para la familia de 3 hijos de nuestro ejemplo.
Una ayuda considerada insuficiente por los socios ultraortodoxos de Netanyahu que finalmente han logrado una nueva tregua del gobierno y, al menos durante el 2.016, han conseguido modificar temporalmente otra vez el sistema de subsidio por hijo a las familias de manera que el recorte no sea tan drástico.
Tregua en 2.016: Netanyahu cede ante las presiones.
Las novedades para este año, de Acuerdo con los datos oficiales del Instituto del Seguro Social de Israel -lo que vendría a ser la Seguridad Social israelí- son que la “tarifa plana por hijo” de 140NIS (unos 33€) para los nacidos a partir de junio de 2.003, se sustituye provisionalmente este año por ayudas de 150Nis (35€) para el primer hijo, 188Nis (45€) para el segundo tercero y cuarto y de nuevo 150Nis para el quinto y siguientes. Eso supone 240€ en lugar de 200€ para nuestra familia tipo de 6 hijos nacidos a partir de junio de 2.003, 375€/mes en lugar de los 350€ para la familia 6 hijos nacidos antes de junio de ese año y 125€ en lugar de 100€ para la de 3 hijos.
Además, fruto de las tensiones con los partidos ultraortodoxos, todas ellas, en enero de este año recibieron un ingreso único extra que el estado les dio en concepto de “ajuste” por la pérdida de poder adquisitivo provocada por los cambios de 2.013. El ajuste fue de 230Nis (55€) por el primer hijo, 572Nis (136€) por el segundo, tercero y cuarto y 230Nis (55€) por el quinto y siguientes.
De acuerdo con eso, las familias de nuestro ejemplo habrían cobrado en enero una extra de 573€ para las familia con 6 hijos menores, independientemente de si nacieron o no antes de junio de 2.003 y de 327€ para la de 3 hijos.
Tras todos esos cambios, el cuadro de evolución de las ayudas vigente en Israel en los últimos 5 años, queda así:
Escasa formación en materias básicas.
Según los datos de la Oficina Central de Estadística de Israel, a pesar de las ayudas percibidas por las familias israelíes, el riesgo de pobreza entre los menores de edad alcanzaba, en el 2.011, el 40,1% de la población infantil israelí, la cifra más alta entre los países de la OCDE.
Teniendo en cuenta que ese año las familias cobraban mayores subsidios que actualmente, es fácil predecir que el riesgo de pobreza infantil aumentará considerablemente si no se complementa la política de recorte de ayudas con otras que, por ejemplo, fomenten el trabajo y una mejor formación del núcleo de población más desfavorecida, los ultraortodoxos y los árabe israelíes, principalmente beduinos del sur del país.
En esta línea, un grupo de ex haredíes y profesores ya intentaron en el 2.010 con una denuncia ante los tribunales israelíes que en las escuelas ultraortodoxas se impartiesen obligatoriamente matemáticas, ciencias, inglés y otras materias que ayuden a los religiosos a estar mejor capacitados para encontrar un hueco en el mercado laboral. La iniciativa fue rechazada por la Corte Suprema de Israel que determinó que los alumnos de los centros religiosos no están en desventaja con respecto al resto de israelíes porque tienen otras opciones, si lo que desean es formarse en esas materias. Un fallo que, para un sector importante de la sociedad israelí, lo único que consigue es perpetuar una generación más la dependencia de los ultraortodoxos de los programas de ayudas del gobierno e instituciones privadas.
Es cierto que en la última coalición de gobierno con los partidos ultraortodoxos, en el acuerdo que selló Netanyahu para formar la coalición se introdujo una cláusula que contempla expresamente que el nuevo gabinete trabajará en aras de la integración en el mercado laboral de la comunidad ultraortodoxa con un empleo “a tiempo completo y de calidad”. Un objetivo que choca de frente con el muro de la falta de formación, los bajos salarios a los que pueden optar fruto de esas carencias formativas, la escasa movilidad laboral que por razones logísticas obvias tienen las familias numerosas ultraortodoxas y en general la falta de motivación laboral de los haredíes que, hoy por hoy, centran su interés prioritario en el estudio de la Ley de Dios.
Desigualdad en el cumplimiento de obligaciones militares.
Otra de las metas que el gobierno de Netanyahu pretende alcanzar es la integración gradual de los jóvenes ultraortodoxos en el ejército israelí que para el 2.017 tendrían la obligación hacer la mili bajo pena de sanciones. Una empresa nada fácil para la que el gobierno está estudiando promover incentivos económicos, como jugosos descuentos en la adquisición de vivienda para los haredíes que cumplan con el servicio militar.
“No podemos permitir discriminación al proporcionar beneficios económicos a los soldados haredíes y no a cualquiera que sirva en el ejército”, asegura Yohanan Plesner, Presidente del Instituto para la Democracia de Israel, nada más conocer que esta semana estudiaba esa propuesta un equipo interministerial de expertos dirigidos por el, hasta final de mes, Director del Ministerio de Defensa, el General Dan Harel.
La llamada Ley de Alistamiento promovida por el ejecutivo de Netanyahu debería entrar en vigor a mediados del 2.017, aunque ya se prevé un periodo de gracia de seis meses en los que la Knesset y el gobierno analizarán alternativas más allá de las sanciones para los ultraortodoxos que se nieguen a alistarse. El proyecto inicial aprobado en primera lectura por el parlamento israelí en el 2.014 preveía sanciones criminales para aquellos que se negasen a cumplir con su obligación. Una parte de la ley fue enmendada a finales del año pasado, y postpone hasta el 2.023 la aplicación de sanciones y el alistamiento obligatorio de todos los jóvenes haredíes mayores de 21 años, si no se cumple con el sistema de cuotas estipulado. Cambios que auguran nuevas revueltas sociales y que han levantado ampollas porque supone, de facto, un agravio comparativo con los israelíes no ultraortodoxos que si se niegan a realizar el servicio militar pueden terminar en la cárcel.
Otro ejemplo de las múltiples excepciones en la legislación israelí son los recortes en las ayudas a las familias por hijo cuyos padres no hayan cumplido con el servicio militar. Una medida que entró en vigor en el 2.002 y que algunas asociaciones de árabe israelíes denunciaron que perjudicaba seriamente a su comunidad ya que la mayoría de árabes israelíes también están exentos del servicio militar pero, al contrario que los ultraortodoxos, no pueden acogerse a otro tipo de ayudas, como suplementos para la educación o pagas extras de las escuelas religiosas.”Los niños árabe israelíes son los más pobres del país y los que menos acceso tienen a la educación. El gobierno no debería discriminar a los niños en base a si los padres han cumplido o no con el servicio militar”, denuncia Zama Coursen-Neff, Directora Ejecutiva de la división Infantil de la ONG Human Rights Watch.
Índice de pobreza entre los más altos.
También se da la paradoja de que en Israel, un país que se esfuerza por potenciar su imagen exterior como líder en nuevas tecnologías, el índice de pobreza infantil y de población anciana está entre los niveles más altos del mundo desarrollado. Según el último informe del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), hablando de pobreza infantil, Israel ocupa el puesto 37 de los 41 países analizados y el último puesto en salud infantil.
Datos que han hecho que algunos diputados israelíes como Dov Henin, de la Lista (árabe) Conjunta acusen a Netanyahu de poner en peligro la vida de los niños. “La tasa de pobreza de los niños israelíes no es un hecho del destino, sino el resultado de una política. Quien recorta los servicios de bienestar, privatiza el sistema educativo y seca la salud pública lo hace a sabiendas de que conduce a una realidad en la que los niños van a la escuela con hambre y los padres tienen dificultades para encontrar el dinero para pagar al dentista o los libros de texto de los niños”, habría dicho Henin según recogen los medios israelíes.
El pasado mes de febrero, el informe publicado por la OCDE, en el quinto aniversario de la entrada de Israel en la organización, terminaba de dar la puntilla al gobierno de Netanyahu en materia de pobreza alertando de la gravedad de la situación en Israel. A pesar de los buenos resultados macroeconómicos, con un crecimiento del PIB por encima de la media, el documento destaca la falta de competitividad en el mercado interior israelí, y el aumento de precios en alimentación, vivienda o electricidad, difícilmente asumible para las economías domésticas del país. Una realidad que coloca Israel a la cola de la OCDE con un 18% de pobres. Cifra que aumenta a cerca del 30% cuando se habla exclusivamente de pobreza infantil.
Un problema de enormes desigualdades internas, difícilmente afrontable para los sucesivos gobiernos de Netanyahu atados de pies y manos por su dependencia de los partidos ultraortodoxos, reacios a ceder parte de su parcela de privilegios para aliviar la presión económica del conjunto de la sociedad.
Por otra parte, el mayor crecimiento demográfico que se prevé es precisamente para los grupos sociales principales beneficiarios del actual sistema de ayudas y que también menos trabajadores aportan a la economía israelí. Ambos, ultraortodoxos y árabe israelíes, aportan en la actualidad un 40% de trabajadores al sistema, la mayoría mujeres en el primer caso y hombres en el segundo. Una cifra muy alejada del 61% que alcanza de media el conjunto de la sociedad israelí.
Según las últimas predicciones estadísticas para el 2.059, Israel podrían alcanzar el 17% de población anciana, el 23% de población árabe y entre un 25 y un 30% de población haredí. Datos que, para la Oficina Central de Estadística de Israel, supone que esos grupos dependientes de los subsidios igualarían o incluso superarían al porcentaje de población judía secular y abocarían al país prácticamente a la bancarrota, si no se corrigen las desigualdades económicas de las que hablaba anteriormente y se integra a esa población de modo efectivo en la economía y en la sociedad civil.
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